Todo parece indicar que el reciente escándalo de la detención de 11 supuestos espías rusos en Estados Unidos y Chipre (aireado a bombo y platillo por las grandes coorporaciones mediáticas estadounidenses), a los que se les ha acusado de llevar a cabo actividades ilegales (pero no espionaje) contra el gobierno estadounidense, ha sido un nuevo montaje orquestado por las élites más reaccionarias del Imperio, destinado a deteriorar el acercamiento político entre Rusia y Estados Unidos, y la propia imagen de Rusia ante la opinión pública norteamericana y occidental.
En primer lugar hay que destacar el hecho de que ¡casualmente! el escándalo saltó justo un día después de la visita del presidente ruso Dmitri Medvédev a la Casa Blancan y poco antes del cierre de la cumbre del G20 en Toronto. En segundo lugar, muchos de los detenidos practicaban actividades ilegales como lavado de dinero negro, una labor que, por otra parte, resulta muy poco útil para alguien que pretende pasar inadvertido para desarrollar con mayor discreción una actividad de espionaje, además todos ellos desarrollaban sus actividades lejos de los principales centros de poder (Nueva York o Washington). Por último, y lo más sospechoso de todo, es que una de las detenidas es una importante e influyente periodista de habla hispana que desde hace años venía desarrollando una labor periodística muy crítica con el régimen capitalista norteamericano.
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