Jack London
Hace más de 100 años, en su magistral nóvela “El talón de hierro”, Jack London (el discípulo norteamericano de Marx, como le llamaba Anatole France) advertía no sólo que la estrategia del terrorismo individual, en la lucha anticapitalista, beneficiaba mucho más a los propios capitalistas que a la clase obrera, sino que además, y en la mayor parte de las ocasiones, esta estrategia terrorista estaba dirigida o controlada por los propios capitalistas con el objeto de justificar la represión contra el movimiento obrero.
A continuación reproduzco varios pasajes de “El talón de hierro” en los que Jack London advertía sobre el terrorismo de falsa bandera (“el arma más terrible de la oligarquía”, según palabras del propio London), ejecutado por los propios capitalistas, con el objetivo de inculpar falsamente a los trabajadores, de atentados terroristas, para justificar el aumento de la represión contra los mismos. Todo esto debería hacernos reflexionar a aquellas personas que decimos luchar contra el capitalismo, y por una sociedad más justa y humana, para evitar caer en las trampas que habitualmente nos tiende la oligarquía, y en las que, desgraciadamente, tantas veces hemos caído.
Los Cien Negros eran bandas reaccionarias organizadas por la autocracia decadente en la Revolución Rusa. Esos grupos reaccionarios atacaban a los grupos revolucionarios; además, en el momento elegido, provocaban un motín y destruían las propiedades para proporcionar a la autocracia un pretexto para llamar a los cosacos. (London, pag. 123)
(…) los Cien Negros, surgiendo en las localidades más alejadas, se entregaban a una intensa destrucción de las propiedades; como consecuencia se enviaron cien mil hombres del ejército regular de los Estados Unidos para acabar con ellos por la fuerza. Un gran número de jefes obreros fue ejecutado, muchos otros condenados a prisión, y millares de huelguistas corrientes fueron concentrados en campos de ganado y abominablemente tratados por la soldadesca. (London, pag.125)
La idea era de importación rusa. Los Cien Negros fueron una consecuencia de los agentes secretos del capitalismo, y su utilización se inició en las luchas obreras del siglo XIX. Esto está fuera de discusión y fue confesado por una autoridad como el comisario de Trabajo de los EEUU en esta época, señor Carroil D. Wright, en su libro titulado “Las batallas del trabajo” se dice que “en algunas de las grandes huelgas históricas los mismos patronos han incitado los actos de violencia”; que ciertos industriales han provocado voluntariamente huelgas para desembarazarse de su excedente de mercancías y que durante las huelgas de los ferroviarios, agentes patronales quemaron vagones para aumentar el desorden. De agentes secretos de este tipo nacieron los Cien Negros; y éstos más tarde se convirtieron en agentes provocadores, arma terrible de la oligarquía. (London, pag. 126)
La oligarquía quería la violencia y puso en movimiento a sus agentes provocadores. Fueron ellos, el hecho es indiscutible, los que provocaron la rebelión de los campesinos. (…) Disfrazados de artesanos, de campesinos o de trabajadores rurales, los emisarios del Talón de Hierro (la oligarquía) excitaban en todas partes a la población. (…) Grupos formados exclusivamente por soplones incendiaron y saquearon diversas casas y fábricas, e inflamaron el espíritu del pueblo hasta que lo llevaron a unirse a ellos en el pillaje. Para alimentar esta conflagración, se distribuyó alcohol a torrentes en las barriadas pobres. Luego, cuando todo estuvo maduro, entraron en escena las tropas de los EEUU, que eran en realidad soldados del Talón de Hierro. Once mil hombres, mujeres y niños fueron fusilados en las calles de S acramento o asesinados en sus casas. (London, pag. 172-173)
(…) estoy en mejores condiciones que nadie para responder a la acusación lanzada contra ellos (los socialistas) de haber hecho estallar una bomba en el Congreso. Y puedo afirmar rotundamente, sin ningún género de reservas ni de dudas, que los socialistas eran completamente ajenos a este asunto, tanto los del Congreso como los de fuera. Ignoramos quién arrojó el artefacto, pero estamos absolutamente seguros de que no fue nadie de los nuestros.
Por lo demás, diversos indicios demuestran que el Talón de Hierro fue responsable de este asunto. (…) Afirmamos, además, que el Talón de Hierro fue el culpable de este atentado, que preparó y ejecutó con la intención de cargarnos la responsabilidad y de provocar nuestra ruina. (London, pag. 182-183)
Durante las revueltas del trabajo que estallaron en la primera década del siglo XX entre los capitalistas y la Federación Occidental de Mineros, se empleó una táctica análoga pero más sangrienta. Los agentes de los capitalistas hicieron saltar la estación ferroviaria de Independence. Trece hombres resultaron muertos y muchos otros heridos. Los capitalistas, que dirigían el mecanismo legislativo y judicial del Estado de Colorado, acusaron a los mineros de ese crimen y estuvieron apunto de ser condenados. (…) acababa de ser asesinado de forma misteriosa el ex gobernador de Idaho. Los socialistas y los mineros atribuyeron abiertamente este crimen a los propietarios de las minas. No obstante, violando las constituciones nacional y estatal, y a raíz de una conspiración entre los gobernadores de Idaho y de Colorado, Moyar y haywood (dos dirigentes obreros fuertes y resueltos) fueron raptados, arrojados a la cárcel y acusados de ese crimen. (London, pag. 185)
Un gran número de amigos nuestros, descorazonados y desesperados al ver postergados sus esperanzas, replicaban con una táctica terrorista. De este modo surgían organizaciones de combate que no estaban afiliadas a las nuestras, y nos hicieron mucho mal. Esos extraviados, mientras exponían locamente sus propias vidas, hacían abortar a menudo nuestros planes y retrasaban nuestra reconstitución. (London, pag. 248-249)
Bibliografía: Jack London “El Talón de Hierro”, ediciones Endymón, Madrid (1997).
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